jueves, 1 de enero de 2009

paraisos perdidos


Es un libro mayor, de cabecera. Su esencial libertad y radical auda cia le hacen único en la poesía contemporánea en castellano, la de aquí y la de allá. José-Miguel Ullán propone, y el lector, deslumbrado, dispone. Ofrece una lectura nueva de lo que discontinuo, a modo de "órganos dispersos", que dicen y desdicen, alcanza aquí unidad de conjunto. El poeta sabe -y Miguel Casado lo dice en su hermoso prólogo- que "Varios pinta en ti, pero el dolor es único". Y en el dolor, la vida. El lector debe entrar y salir a su través, des hojar su "girasol de voces", dejarse caer al remolino, encontrar el ritmo y la luz en el tacto y el ruido de la existencia, en la extraña raíz de un deseo que es habla, al hilo, y al riesgo, del fluir ondul ante de las palabras. Lean 'El viento', un poema incomparable y ejemplar

Dayca101Helena de BrittoPoemas de JulietaLobo solitario de AnnetteMitkey
Prohibida la entradaEl amo de los perrosHistoria de una escaleraMaleficiosChicago en el desiertoEl ciervo
El primeroLa memoriaCenicientaMedia vidaLa ciencia
Los predilectos

paraisos perdidos


Decía JCO que él tenía, con la literatura, relaciones adúlteras -escribía a impulsos-, mientras que MVLL las tenía matrimoniales -disciplina, horario-. En 1966, La casa verde, de éste, obtuvo el Rómulo Gallegos en pugna con Juntacadáveres, de aquél; ambas novelas situadas en un burdel: JCO justificó la decisión porque el de MVLL tenía orquesta y el suyo no. JCO al ver la fascinación con que un periodista miraba su único diente, algo bailón, confesó que la dentadura se la había regalado a MVLL. Dentaduras, horarios y burdeles con orquesta aparte, MVLL es un excelente crítico literario, que escribe con agudeza y generosidad de otros, sean Gustave Flaubert, Gabo, Arguedas o el autor del Tirant, por citar. Ahora le toca a JCO y este lector, con el corazón partido, no sabe qué añadir en estas líneas: que qué suerte JCO rescatado por MVLL o qué envidia la de éste, volviéndose a leer -con disciplina- toda la obra del otro. Y de aperitivo -MVLL es así-, un extraordinario viaje de iniciación a la ficción más pura. Una invitación a leer. Érase que se era

paraisos perdidos


Los hombres que no amaban a las mujeres y La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Leer dos mil páginas sin res pirar y casi sin dormir (y falta por aparecer el tercer tomo de la saga) en la era de Internet es casi heroico; y millones de ciudadanos de todo el planeta lo han hecho con los dos primeros volúmenes de Millennium, la obra del sueco Stieg Larsson. Una novela negra en tres partes en la que sus principales protagonistas no son policías, activos o retirados, ni agentes investigadores, ni detectives, sino un periodista especializado en escándalos financieros (¡tan actuales!) y una especie de Pippi Calzas largas, que pesa cuarenta kilos y sin embargo atrae con un enorme morbazo, que domina el mundo de la informática y de los hackers, es tan atípica que el mercado y la crítica la han premiado con el éxito. Por último, el mito del autor. Desconocido y ágrafo hasta que presentó a la editorial este trabajo, Larsson murió subiendo unas escaleras, deun infarto de miocardio. A no ser que apa rezcan nuevos manus critos, será autor de una sola obra. Como algunos de los mitos de la literatura universal.

paraisos perdidos


Imaginando el álbum familiar, recreando el árbol genealógico de su familia, confeccion ando, a la manera proustiana, cestos autobiográficos con mimbres ficcion ales (o al revés), conjeturando y simulando episodios de su propia estirpe es como la canadiense Alice Munro, la autora de Secretos a voces (1994) o Escapada (2004) y uno de los más grandes autores de relatos de la narrativa contemporánea, ha escrito La vista desde Castle Rock (2006), un libro reconfortante para estos tiempos convulsos, enamorado del pasado redentor y rabiosamente apacible, una vez más acerca de vidas comunes de mujeres corrientes que se iluminan en sus entornos domésticos de privacidad, dramas anónimos e insatisfacciones. Huyan con Alice Munro de la grand ilocuencia, y síganla por las deslumbrantes sutilezas de la condición humana que extrae, como un mago, de la vida cotidiana de sus héroes de ficción auto biográfica, inspirados en la verdad de su propia vida y la de sus antepasados, pero engrandecidospor la dulce mentira de su imaginación verosímil. Por Javier Aparicio Maydeu.

paraisos perdidos


Cuando todavía los incondicionales de Patrick Modiano estamos con el recuerdo a flor de piel de su último libro, la auto biografía Mi pedigrí, ya nos encontramos de nuevo con otro testimonio de inigualable sutileza narrativa, esa manera de plasmar ciertos misterios de la condición humana marca de la casa: En el café de la juventud perdida. Maestro contemporáneo de la literatura francesa, Patrick Modiano es un referente en una de las causas nunca suficientemente metabolizadas y más vergonzosas de la ocupación alemana en suelo francés: el colabora cionismo (leer, por favor, su insuperable Dora Bruder). Además de serlo en el dibujo, mezcla sublime de tristeza y hambre, del París de la posguerra. Ahora nos sitúa en el París de los años sesenta. En la ciudad de los cafés abigarrados, llenos de alcohol, humo, libros y almas inclasificables. Una mucha cha y una historia que nos recuerda su clásico La calle de las tiendas oscuras, la atmósfera de chanson francesay el espíritu anticipa do del Mayo francés. Louki, la chica de todos los enigmas, a la que Baudelaire le hubiera dedicado seguramente un gran poema, nos quedará en la retina y en el corazón. Un Modiano incomparable.

paraisos perdidos


La isla, de Giani Stuparich (Trieste, 1891-Roma, 1961), contiene en su breve dad más delicadeza moral, instrucción vital y sabiduría narrativa que la que suministra una abundante mesa de novedades. Se ha dicho que es la obra maestra de su autor. Pero tiene algo mejor: es una obra maestra en voz baja, tal vez porque su tema es la muerte y ahí no hay nada que enfatizar. Enfermo de cáncer, un padre le pide a su hijo que le acompañe unos días a la isla adriá tica que fue su territorio esencial. Para el enfermo, la familia ha sido siempre "una recíproca indiferencia"; ahora, en esa isla, "un muerto y un vivo se hacían compañía". Ante la evi dencia de la degradación física de su padre, el hijo asumirá que la muerte los ha reunido para afi anzar la última distancia, el aprendizaje de la despedida. La conciencia de que, con la pérdida del padre, pierde un paisaje, una isla, una extensión de su memoria.
El camino del guerreroHisteriaInformatica socialEl cartero siempre llama dos vecesGran Duque de GandiaEl pintor de su deshonraEl pleito matrimonialEl Santo Rey don FernandoEl veneno y la triacaLa nave del mercaderLa viña del señorLa hermosuraLas cadenas del demonioLas manos blancas no ofendenTriunfar muriendo

paraisos perdidos


Una tarde hallé rincones donde unas niñas podían es conderse aun estando a la vista de los demás. Escuché sus voces en un relato magistral de Cristina Fernández Cubas. También visité a los Albert y ¡cómo me perturbó Tomás! Pasaron un par o tres de años y un fuerte aroma de fresa inundó mi dormitorio que no estaba en Brumal. Así, hace casi tres décadas, comencé a recorrer un camino fascinante leyendo a Fernández Cubas. En ocasion es, lo hice inquieta, pues más de una vez he levantado la vista de sus libros creyendo percibir a mi alrededor algún cambio. También dejé correr el agua para certificar su dirección antes de perderse en el sumi dero. Este año he desandado ese camino. Primero estuve en El faro (que no había leído) y el manto viscoso de algas-cabello, siendo Poe, también me llevó a Lovecraft, después vinieron los demás relatos y Emilia, Agatha, Carolina, Olvido y tantos otros personajes, hasta alcanzar la playa y a la taciturna Elba. Llegué al final que era el principio, y enel bar, frente a la fría taza de café, conocí a Lúnula. Espléndido. Espléndido. Por María José Obiol.

paraisos perdidos


Philip Roth. Zuckerman, el álter ego de Roth, se despide en esta novela de invtensa belleza y verdad. A los temas clásicos de Roth se une ahora el de la vejez y la decrepitud, ya expuesto aunque con irregular fortuna en El animal moribundo. Pero esta vez acierta de plano con una historia llena de vigor y lucidez que plantea la pérdida de la memoria como la pérdida del yo y la ancianidad como decavdencia física, además de hacer una maravillosa devfensa de la literatura como otra forma activa y combativa de la realidad. Todo ello dentro de dos historias de amor y fascinación: la de su antiguo maestro literario y la joven que lo amó ante los ojos del joven Zuckerman y la suya propia ante la pareja de jóvenes creadores que conoce en su vuelta a Nueva York tras su aislamiento solita rio. Por José María Guelbenzu

paraisos perdidos


Rafael Sánchez Ferlosio Destino. Madrid, 2008 325 páginas. 21 euros. Ferlosio sistema tiza una de sus preocupacionesmás constantes: la siempre quimérica relación entre la violencia y el derecho, entre la victoria y la razón. Las evocaciones del pasado y las incursiones en acontecimientos actuales no son, enGod and Gun, simples ilustracion es de una tesis, sino piezas de conocimiento cuyo contraste permite advertir los reiterados mecanismos por los que ninguna época ha quedado a salvo de la guerra. Cambiala apariencia o el nombre de los ídolos -de los dioses- a los que se ofrece el sacrificio, no la función que desempeñan en los discursos para sortear la evidencia de que, por desventajoso que pueda resultar un acuerdo, siempre será mejor que librarse a perpetrar y a recibir la muerte y la destrucción. Y, sobre todo,cuando lo que se pretende no es tanto lamentarlas cuanto dotarlas de sentido.Porque lo que Ferlosio traza en God and Gun es el proceso ideológico a través del cual las "guerras entre partes" se han ido convirtiendo en "guerras santas"; guerras en las que la victoria del Bien es la cara de una moneda que, en la cruz, exhibe la negación de la humanidad del enemigo y, por tanto, la legitimidad y la necesidad de exterminarlo. Éstas son lasguerras que se vienen librando durante los últimos años, y de ahí que, para eltítulo de este ensayo Ferlosio recurriera a una observación de Barack Obama sobre el culto a Dios y el culto a las armas que, según el presidente norte americano electo, se ha apoderado de una parte deEstados Unidos

paraisos perdidos


Chesil Beach, la novela en la que Ian McEwan com pone un gran fresco de la generación de los inicios de los sesenta - "la Época en que ser joven era un obstáculo social"-, ha sido ele gida por los críticos y colaboradores de Babelia como el libro más destaca do del año.

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